Título: The Crow
Autor: James O'Barr
Arte: James O'Barr
Editorial: Kitchen Sink
Press; Gallery Books
Año: 1981; 1989; 1994; 2011
Género:
Thriller, acción, humor negro
"Don't look, don't
look" the shadows breathe,
whispering me away from you.
"Don't wake at night to watch her sleep,
you know that you will always lose
this trembling, adored, tousled bird-mad girl..."
whispering me away from you.
"Don't wake at night to watch her sleep,
you know that you will always lose
this trembling, adored, tousled bird-mad girl..."
—The Cure; Burn (The Crow soundtrack)
Teñido
de un denso humor negro, de esa clase de humor que nace de la amargura, y por
consiguiente no provoca risas sino tristezas, The Crow de James O'Barr, escrito en 1981 (pero no publicado hasta
1989, y en sucesivas ediciones), sigue tan vigente como hace treinta (o veinte)
años.
Es difícil que una obra del cómic (o
novela gráfica, como dicen los que se avergüenzan de leer cómics pero de todos
modos los leen) perdure en la mente de los lectores durante más de una década,
pero aquéllas que lo consiguen adquieren un cierto status como obra de culto, y tal vez no haya otra obra de culto más
estimulante que ésta.[1]
Inspirada en parte por el suicidio de Ian Curtis (vocalista de la banda
post-punk Joy Division, cuyos temas melancólicos salpican la obra aquí y allá),
ocurrido en 1980, en parte también por su música y la faceta más oscura de The
Cure (los álbumes Faith y Pornography, de 1981 y 1982, que tienen una
impenetrabilidad nunca repetida en sus grabaciones futuras), por un artículo hallado
en el periódico, acerca de una pareja asesinada en Detroit, y principalmente
por acontecimientos personales de la vida del autor, que envuelven dolor, odio
y rabia, The Crow fue escrito como un
ajuste de cuentas, como una pequeña pero no tan inocua venganza contra todo
aquello que provoca ese dolor y que es objeto de ese odio, como un ritual de
preparación para la vida que continuaría a partir de ese momento, como una
forma de hallar justicia en un mundo donde no la hay.
Pero por encima de todo, The Crow es una carta de amor y
despedida dirigida a alguien que ya se ha marchado. De despedida sobre todo, lo
que resulta más evidente en la versión cinematográfica, dirigida por Alex
Proyas en 1993, hoy considerada también como obra de culto[2] del moderno cine
norteamericano, y que irónicamente significó la muerte de otra persona: el
actor Brandon Lee, de 28 años. The Crow,
hoy, en este poco prometedor sexenio priista, es una carta de amor y despedida,
dirigida a Ian, a Brandon, y a alguien más, la novia del autor, muerta a manos
de un conductor ebrio; su nombre era Bethany, pero podríamos llamarla Shelly,
pues ese nombre se ha convertido en un símbolo de la modernidad: la mujer que
es víctima de la violencia, del crimen y del caos social.
La historia en The Crow es más que conocida: una pareja comprometida es asesinada
atrozmente por una pandilla. Pero un año más tarde, uno de los dos muertos,
Eric Draven, el novio, regresa del mundo de los muertos para cobrar venganza,
en nombre suyo y de su amante, Shelly Webster. Según el autor, el personaje de
Eric está inspirado en tres de los cantantes más importantes para él. De Ian
Curtis tomó los movimientos convulsos de su baile, y los convirtió en los
espasmos que sufre Eric cuando recuerda a Shelly y el momento de su muerte.
Peter Murphy (en ese entonces vocalista de Bauhaus), inspiró la presencia
fantasmal, el maquillaje y los rasgos afilados y huesudos de Eric. El resto de
la anatomía de Eric está basada en la de Iggy Pop[3].
Tanto en la película de Alex Proyas como
en la obra original de James O'Barr[4], Eric se va encontrando
con los miembros de la banda, causando terror a su paso, y los va eliminando uno
a uno, arrojando a cada momento frases ingeniosas e irónicas (de una de sus
víctimas, luego de matarla con una disparo en la cabeza, dice que ha muerto por
envenenamiento con plomo). Este relato sería sumamente divertido si no fuera
tan triste, tan trágico, tan parecido a la realidad.
En un sentido estético, el arte de The Crow parece inspirado por gente como
Will Eisner, Alex Raymond y Vaughn Bode, pero adaptado a la vida urbana y
oscura de los ochenta, del declive republicano, del post-punk y el deathrock, de la amargura, de la
juventud nihilista y sin esperanza, de la pérdida de valores, de las drogas, la
violencia y el sexo inseguro como forma de vida. Ahí donde The Spirit en su universo urbano de post-guerra se enfrenta a la
escoria de la sociedad con una sonrisa insolente, The Crow lo hace con amargura y violencia. En su prosa, James
O'Barr describe un universo afectivo sensible y quebrado, donde los seres
humanos se sienten solos y están solos, y sus trazos revelan un mundo sombrío y
melancólico, que no se preocupa por sus criaturas, un mundo indefenso y
hambriento que parece a punto de venirse abajo.
Los trazos son firmes y furiosos, como
rasgueos de guitarra, y hay un uso variado de las sombras, a veces
representadas por líneas blancas y negras, y una abundancia de negros sólidos
(al estilo de Al Williamson). Los escenarios son claustrofóbicos y solitarios,
como si se tratara de una ciudad construida a medias sobre las ruinas de otra
ciudad anterior. Lo que con Eisner era hermoso, con O'Barr es horrible. Lo que
con Bode era elegante, con O'Barr es decadente. Lo que en Al Williamson era high art de élite, con O'Barr es el
extremo más bajo de la infamia.
La edición definitiva de 2011, incluye fragmentos
nuevos que sirven como puentes entre los capítulos, y que aumentan la sensación
de melancolía a lo largo de la obra. Se incluyen poemas de Rimbaud, letras de
Joy Division y The Cure, fragmentos poéticos del propio autor, pin-ups en blanco y negro y a color, citas
de autores como Voltarie, y varios contenidos más. La mayoría de estos
contenidos ayudan a que la obra se sienta un poco más circular, más completa, y
a que el lector cierre el ciclo de lectura, algo necesario en una obra tan
brutal y emocionalmente desgastante como ésta, donde el lector recorrerá toda
clase de emociones desgarradoras que le atañen directamente[5], y así evitar que salga a
la calle con la cara pintada y una escopeta, a dar de tiros a todos los
sospechosos que se encuentre a su paso, que sería la reacción normal de
cualquier persona sana, si no existieran estas contenciones. De cualquiera.
[1] Entre las obras producidas que se
basan en The Crow, se pueden contar
cuatro películas, y sus respectivos soundtracks,
una serie de televisión, una novela de Poppy Z. Brite, y varios cómics. En
1999, Image Comics lanzó la miniserie The
Crow, en diez números, escrita por John J. Muth, y que es una revisión de
la obra original de James O'Barr, donde el autor se pregunta: ¿Y si el Cuervo
está equivocado con su venganza?
En 2011 vio la luz la versión definitiva de la obra, con el título de The Crow: Special Edition, que incluye
un montón de material inédito. En 2012, IDW comenzó a publicar una nueva serie
con el título The Crow, escrita por
John Shirley.
[2] Y que tiene uno de los mejores soundtracks de la historia: The Cure,
Nine Inch Nails covereando a Joy
Division, Stone Temple Pilots, Pantera (con una versión de Poison Idea y sampleos de “Taxi Driver”), Violent
Femmes, For Love Not Lisa, Medicine (con la voz adicional de Liz Fraser),
Rollins Band (con un tema que hace referencia a cierto motociclista fantasma
con la cabeza en llamas, y que tiene algunos de los gritos más increíbles y
desgarradores del rock), Jane Siberry, y varios más. Además, la película y los
trágicos sucesos que la rodearon, inspiraron la canción “Brandon Lee”, y su
correspondiente videoclip, de la banda finesa The 69 Eyes.
[3] Quien tiene un papel importante en
el segundo filme, The Crow: City of
Angels, de 1996, dirigida por Tim Pope.
[4] Tal vez la diferencia más importante
entre el filme y el cómic es que en aquélla había un jefe criminal que
controlaba las acciones de la pandilla, y en el cómic los asesinatos del Cuervo
eran menos espectaculares, o sea, menos cinematográficos.
[5] ¿A alguien no le atañen la vida y la
muerte? ¿O la injusticia? ¿O la violencia social?
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